La venta de coches eléctricos va aumentando poco a poco, ya que se enfrenta todavía a algunos retos. Uno de ellos es la autonomía de los vehículos. Frente a esta limitación, la solución más prometedora es la carga rápida.
La carga rápida en los coches eléctricos se refiere a la capacidad para recargar la batería en un tiempo mucho más reducido que el que ofrecen los cargadores tradicionales. Si utilizamos un enchufe doméstico, el vehículo puede tardar más de 10 horas en cargarse por completo. Pero si se utiliza la modalidad rápida, puede hacerlo en cuestión de minutos. Todo depende de la potencia disponible y del sistema del coche.
Esta modalidad se asemeja a la acción de repostar un vehículo de combustión. En cuestión de minutos, queda listo para continuar circulando durante horas. Las principales características de esta modalidad de carga son:
A pesar de los avances, la carga rápida no está exenta de problemas y todavía nos queda camino por recorrer para que sea completamente viable. En la actualidad, los restos que se siguen planteando son los siguientes:
Aunque cada vez hay más estaciones de carga rápida, siguen sin estar tan extendidas como las gasolineras. Puesto que hay normativas entrando en vigor, los puntos de carga se han incrementado en gran medida. Ya son más de 50 mil, pero más de una quinta parte no están operativas.
Además, en muchas zonas rurales o carreteras secundarias la oferta es escasa. Por tanto, para determinados trayectos, se necesita una buena planificación para que la batería no se agote por el camino.
El hecho de que existan distintos tipos de conectores y protocolos de carga hace que no todos los puntos de carga sean compatibles con todos los coches. Aunque el estándar CCS se está imponiendo en Europa, todavía hay estaciones con sistemas como CHAdeMO. Esto supone una fragmentación en la red.
La carga rápida tiene un coste más elevado que la carga doméstica o la carga en estaciones de menor potencia. En algunos casos, el precio por kWh en cargadores ultrarrápidos puede ser incluso superior al coste del combustible para los coches tradicionales. Puesto que la idea es que el coche eléctrico sea accesible, este coste se convierte en una dificultad.
La carga rápida genera más calor y estrés en la batería que la carga lenta. Si se usa con regularidad, puede acelerar la degradación de las celdas y reducir la autonomía del vehículo con el tiempo. Para mitigar este problema, hay fabricantes que están desarrollando sistemas de refrigeración avanzada en las baterías, así como estrategias de carga inteligente.
En las horas de mayor demanda, las estaciones de carga pueden ser insuficientes. Es decir, que los conductores tendrán que esperar para poder recargar su batería. Por otra parte, la velocidad de carga puede ser inferior a la que se anuncia, ya que la temperatura de la batería o la carga previa pueden limitar la potencia efectiva.
A pesar de estos desafíos, la carga rápida sigue siendo la propuesta de futuro más prometedora. Para que se convierta en una realidad viable, algunas de las innovaciones que ya se están implementando son estas:
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